El MARCO empieza el año
inaugurando un nuevo espacio anexo con “Intertextual”, un proyecto de Ángel
Calvo Ulloa. Desde el título el comisario quiere hacer referencia a la
porosidad de las artes para nutrirse entre ellas y generar nuevos diálogos con
el exterior, el público y los espacios anónimos.
Por la noche, las tres ventanas
del ala izquierda del MARCO proyectan una luz roja a la calle. Se trata de la
obra de Carlos Maciá (Lugo, 1977) titulada “249 litros”, con la que se abre
este ciclo de intervenciones y proyectos que se sucederán a lo largo del año,
contando con la próxima participación de Mauro Cerqueira, Juan López, June
Crespo y Fernando García.
Situado en el recibidor del
museo, el espacio anexo se muestra tras un tabique y una puerta de cristal.
Carlos Maciá encaja en este espacio un bloque de espuma de poliuretano de color
rojo flúor, de idénticas medidas a la puerta y de un largo igual al de la sala
de exposiciones. Con esta obra bloquea el acceso a la estancia. La cabeza del
bloque sobresale un metro de puertas afuera, con lo que el espectador ve el largo
de la pieza a través del cristal pero no la puede rodear, tan solo puede
acercarse a un extremo.
La instalación con la que se
inaugura “Intertextual” impide el paso; desplazada hacia delante, congestiona
el acceso al lugar donde las obras se admiran. Por un lado, “249 litros” parece
una señal de prohibido entrar, roja, brillante y más alta que nosotros. Por el
otro, ese metro de bloque se asoma para irrumpir en el espacio no expositivo.
La intervención obstruye el paso al visitante además de apropiarse de un metro
de recibidor, zona de bienvenida al público. Los papeles se intercambian, la obra
pisa el suelo de un espectador que no puede pisar el museo.
Este último trabajo de Carlos
Maciá mantiene la textura y el acabado de “45 litros”, obra realizada el año
pasado en la residencia para estudiantes que Le Corbusier y Jeanneret diseñaron
en la Ciudad Universitaria de París. En la misma línea se encuentra la
intervención de 2009, “25 kilos de rojo flúor”, una línea de pintura que gotea
desde la parte más alta de un muro de hormigón. Desde el diseño de una
colección de pañuelos para Loewe en la temporada otoño invierno de 2011 hasta
su trabajo derivado de la Beca de la Fundación Pollock-Krasner en N.Y., la
impresión general tras el visionado de su obra es fluctuante. Como si lo que
vemos fuesen bocetos, pruebas y maquetas a escala real, el camino trazado por
el artista es tan imprevisible como un dripping lanzado sobre el mismo lienzo
por dos personas distintas. Si algo llama la atención en esta y otras obras de Carlos Maciá, es la
capacidad por parte del artista para derramar timidez o cierto pudor expresivo
mediante colores vivos y litros y kilos de pintura flúor. (ABC Cultural)