jueves, 9 de julio de 2009

Patinar hasta el diálogo




Patinar hasta el diálogo

El camino trazado es el siguiente: de las manos a las manos. Jesús Palomino (Sevilla, 1969), empieza su trayectoria construyendo casas con ellas, y entre sus últimos proyectos encontramos Acantilado, una serie de entrevistas rodadas en el 2008 al borde del acantilado Dún Aengus en la Isla Inis Mór Irlanda, donde varias personas reflexionan sobre las condiciones de trabajo: “Si tuvieras que explicarle a tu hijo qué es el trabajo, ¿qué le dirías?” “¿Cuál es el trabajo del hombre?” Empieza su andadura ensamblando con las manos materiales para conseguir una vivienda, hasta preguntarse hoy en día sobre la situación actual del trabajador, que no es otra que la cuestión sobre el dueño de las manos. El hombre trabaja con las manos, Palomino caminó con las dos hasta borrar las huellas de sus favelas y quedarse a vivir en un perpetuo diálogo: “Me gustaría ser reconocido como un promotor de situaciones artísticas imaginativas, de acontecimientos humanos de interés y de lecturas pertinentes y esperanzadoras”
Manos. “En el segundo piso había un cuarto que recibía el nombre de “habitación del jardín” porque en él se había intentado compensar su carencia mediante unas pocas plantas puestas frente a la ventana”. Releyendo los habitáculos de Jesús Palomino a través de esta escena narrada por Goethe en Poesía y verdad, pensamos en las herramientas que cada persona desarrolla para suplir carencias y deseos por medio de símbolos que causen un placer ficticio. La invención, el suplemento diseñado por creatividad o frustración, la capacidad de adulterar a cualquier precio una necesidad o un capricho. Quien no alberga la posibilidad de una casa digna construye una casa con lo que encuentra, deshechos, maderas, supervivencia al final y al cabo. Sobrevivir, construir con la cabeza y los elementos gratuitos, desperdiciados por aquellos que sólo ven ausencia de valor en los objetos innecesarios.
Explica Jesús Palomino un comentario clave en su andadura como creador de montajes, dispositivos, máquinas: “Comencé a trabajar desde las manos; Mitsuo Miura me dijo una vez: “Hay que comenzar a hacer arte desde lo que se sabe”. Y yo sabía algo con las manos. Así que comencé a trabajar desde las manos, a poner mi mirada en mis manos. Inesperadamente lo que surgió tenía que ver con el mundo de la casa, con lo doméstico y sus relaciones” ¿Qué oficio se desarrolla sin ellas? El que Palomino desarrolla en la actualidad.
Ficciones. Observen la fachada de un edificio a altas horas de la madrugada. Unos duermen, otros ven la televisión. Fíjense en la composición de las ventanas encendidas; la fachada rectangular, aún desequilibrada por las ventanas iluminadas, mantendrá un halo de exactitud, una decisión compositiva difícil de adoptar con plena conciencia individual. Porque no ha habido a esas horas de la noche un diseñador de ventanas encendidas. Ese modo de equilibrio aún el desequilibrio, “perfecto por casualidad” para nuestros ojos, se reproduce en los paisajes de Jesús Palomino. “Cuando me dispongo a construir una casa, sea donde sea, el primer impulso es crear un ESPACIO LIBRE, liberar un espacio a través de esta ficción, claramente vinculado a la realidad de las chabolas y las casas pobres; intento siempre llenarlas con la mejor atmósfera posible dentro de su ficción, (ficción que tiene que ser levantada desde una realidad muy concreta de construcción), intento armonizarlas”.
A finales de los noventa todavía insistía en aquel espacio doméstico, creando amalgamas de casas que en su interior no guardan un hogar, paisajes sin tabiques. O al contrario, luces de neón, plásticos, jabón, vasos, telas, luces, objetos cualesquiera dispersos por el suelo o amontonados conforme a un orden no jerárquico, donde ningún elemento es más importante que otro, cualquier cosa cabe y sobra al mismo tiempo. Las esculturas descansan como apoyadas en una gran tocador, un mueble tan invisible como los tabiques, pequeñas representaciones suspendidas de un lado, los lugares imprescindibles, el de comer, el de beber, lavar la ropa (Prosperity, 2002). Escenas y bodegones como respuestas constructivas que radicalizan el discurso de cada instalación, al tema de un espacio donde vivir, un lugar posible, site-specifics deshabitados, montajes del síndrome de Diógenes más dislocado: higiénico. La pulcritud de las superficies raya la obscenidad cuando descubrimos que el propio autor define sus casa como chabolas, favelas, hogares de los sin techo, incluso afirma que los colores son en ocasiones la única propiedad de los pobres. Cuando construye su primera casa, Jesús Palomino apunta: “De modo que ya había definido mi primera casa no construyendo sus muros sino sugiriendo qué de importante o esencial debían contener. Digamos que ya tenía mi casa sin haberla construido”. Máquinas que detectan la necesidad de lugar, laboratorios luminosos. Bodegones de amplio espectro luminoso.
Espacios llenos o vacíos, todavía vacíos cuando llenos. Cuando hablamos de cuatro paredes que implican simbólicamente al hombre vacío, también cuando hablamos del Diógenes luminoso e impoluto remite al hombre abandonado del mundo. Por un lado, instalaciones-ambientes derivados de collages, almacenes, elementos dispersos, por el otro salones sin tabiques decorados por un inventor con tiempo libre. Ocultando a la vista del espectador la habitación inventada, o mostrando lo interior sin tabiques. Todo muebles, no hay inmueble en su trayectoria, casas portátiles, que con el tiempo se convertirán en diálogos al aire. Para ocupar un lugar no es necesario poseer un espacio: sólo podemos construir si somos capaces de habitar, era el legado de Heidegger.
Como en las filas del paro o en los bancos, hay un espacio de espera, una línea que a pesar de ser invisible no se traspasa. Estos tabiques invisibles son del espectador, puesto que no hay pared de separación, vemos el interior y sin embargo no hay coraje para pisar la frontera. “Una casa de tabiques invisibles: no podían ser percibidos por la vista pero estaban operando en la realidad”
Sin manos. De las escenas de tragicomedia y crítica social evidente en toda su trayectoria, diferenciamos entonces tres modalidades, la construcción de interiores domésticos, el almacenamiento de paralelepípedos en los que no percibimos el interior, y la vertiente documental, en la que destacan los programas de radio informativos. Jesús Palomino, en estos últimos años, se ha decantado por favorecer de modo explícito el diálogo, la fluidez de la información, la comunicación entre colectivos anónimos o vinculados a temas de radical actualidad. En el año 2006 desarrolla Anticongelante & 8 programas de radio, instalación en la que Palomino escribe en hielo las palabras Historia, en castellano, y “Sadaka” (amistad en árabe). En el interior de una vitrina congelador, las puertas se abrirán para descongelarse al sol de Cádiz durante los sesenta minutos que durarán cada uno de los ocho programas de radio, emitidos semanalmente durante julio y agosto. Emisiones radiofónicas amenas e informativas, puntos de encuentro donde se reúnen entrevistas, música, etc., realizadas por voluntarios del pueblo. El objetivo de la acción simbólica es generar debate entre los andaluces marroquíes y los andaluces españoles: “Esperamos que las palabras en el aire del verano sean capaces de fundir el hielo de algunos discursos y como agua se vuelvan”. Ya no oculta a la vista del espectador la habitación inventada, ni muestra el interior sin tabiques de una casa habitada por la ruina, pero continúa instalando historias en el espacio, del diálogo y el encuentro de las dudas e improvisaciones éticas. El oficio que se desarrolla sin manos es el hablar.
Cronista visual de acontecimientos recientes, Jesús Palomino se pliega en la figura detonadora del instigador de diálogo, creando un espacio donde las narraciones y los puntos de vista de otros construyen su trabajo. Involucrado en la posibilidad de hablar sobre el contexto sociopolítico, Palomino deriva en el medio que sobrevive documentando la conversación, la entrevista, la fricción verbal entre diversas opiniones. Sin pretensiones radioartísticas, de aquella atracción por las ruinas, el modo de vida de los indigentes, resbala hasta ejercer la función de dinamizador social. Él mismo define su actividad como “lectura-reparación”. Porque siempre leemos con los ojos y es posible hablar de lo que sucede a través de ellos. La posibilidad de encontrar una solución no se contempla en su trabajo, pero sí lo necesario de expresar ciertos malestares: “He descubierto que el arte no tiene porqué resolver cuestiones insolubles sino descubrir síntomas, vincular relaciones, ayudar a la conciencia a despertar”. Así es que aquella voluntad de hogar, o por lo menos la puesta en tela de juicio sobre el hogar, sigue presente en el trabajo de Jesús Palomino, su espacio de confianza: ciertas cualidades de lo humano que me interesan: el humor, la resistencia, el ingenio, la esperanza por tener un lugar....”. Un problema bien planteado es un problema resuelto, decía Henri Bergson. (Dardo, 2009)

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