martes, 24 de abril de 2012

Fenómenos de atención



La bandera de la cima Rafael G. Bianchi

Gravity and Disgrace (ep. 1) Manuel Eirís, Carla Filipe, Marlena Kudlicka, Paloma Polo, Diego Santomé

El proyecto La bandera de la cima parodia el frenesí laboral que Rafael G. Bianchi (Gerona, 1967) realizó en su estudio dibujando durante casi cinco años, equiparándolo al esfuerzo de un alpinista al subir una montaña. Al copiar de un libro las imágenes de los catorce ochomiles, al detalle, el lugar más alto del mundo es representado desde el más bajo, el su reproducción. El objetivo marcado por el artista, el de la banalización del acto de representar imágenes, se lleva a cabo a través de un entramado de ficciones: documentos del proceso, bocetos, carteles y banda sonora de la película realizada en su estudio, como si el proceso del artista fuera una excursión comparable a la del escalador. Tan trivial puede ser el objetivo y el proceso que se marca un creador, nos dice Bianchi, como el de alcanzar la cumbre de una montaña, clavar una bandera y descender. La celebración de Bandera en la cima, es la del anti-héroe que reproduce una ficción absurda; la del artista o dandi que rinde homenaje al esfuerzo vano, y cuya felicidad se retroalimenta en la estupidez de sus gestos, por amor al amor.
De este ejercicio retórico de autoburla y lascivia, pasamos a la colectiva protagonizada por reflexiones sobre el lugar de la escultura hoy en día. El título de la muestra toma como referencia la controvertida exposición Gravity and Grace: The Changing Condition of Sculpture 1965-1975, que tuvo lugar en la Hayward Gallery de Londres en 1993. En esta ocasión podríamos apoyar la muestra con el subtítulo Etnografía de los restos, pues de manera directa o indirecta, las obras en exposición abarcan ideas, materiales e imágenes a los que en el ámbito artístico se les otorga una nueva importancia. Como ocurre en el proyecto de Bianchi -donde el artista retoma con ironía una puesta en escena asociada al arte conceptual-, Gravity and Disgrace mantiene, a grandes rasgos, el gusto por recabar en la iconografía del siglo veinte: las relecturas de eventos caducados, las formas utilizadas y la manufacturación propia del período de 1965-1975.
El motivo que cada artista enfatiza, determina el grado de interés de las propuestas. Paloma Polo (Madrid, 1983), presenta el material registrado durante investigaciones sobre los eclipses; recopila documentos de las filmaciones científicas y enseña el contexto que rodea a los minutos en los que aparece la sombra de la luna en la tierra. Manuel Eirís (Santiago de Compostela, 1977) investiga alrededor de los skaters, sus huellas y su comportamiento de grupo, y Carla Filipe (Vila Nova da Barquinha, 1973) vuelve a la metáfora del tren en todas sus variantes. Los espacios de Marlena Kudlicka (Tomaszow Lub, Polonia, 1973) -la única de las participantes que no utiliza palabras en sus juegos de equilibrios, pesos y sombras-, mantiene una diálogo con períodos escultóricos anteriores. La polaroid velada que presenta Diego Santomé (Vigo, 1968), o el video “Sobre la Escultura”, en el que utiliza extractos del ensayo “La nueva visión” de Moholy-Nagy, son obras que de nuevo visitan tiempos sobrepasados.
Fenómenos de atención como el del proyecto de Bianchi, tal vez invite a algunos artistas a plantearse a qué distancia se encuentran del artista que pintó los catorce ochomiles.(ABC, El Cultural)

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