sábado, 30 de marzo de 2013

Ángulos de cristal. José Pedro Croft






En todas las inauguraciones de artistas ya consagrados, como es el caso de José Pedro Croft (Oporto, 1957), los visitantes de su edad o superior, se agrupan y admiran su evolución, mientras que los jóvenes coinciden en que el protagonista se repite, siempre hace lo mismo. Cuestión de longitud de miras, de idolatría o despecho, el sol sale por el mismo lado.
Del mismo modo, se podría hablar del trabajo de Croft, por ejemplo, desde tres campos bien distintos: desde la historia del arte le acercaríamos al minimalismo de tibia factura expresionista; desde el mundo de la estética y teoría de las artes, le encontraríamos un parentesco lejano con las esculturas de Gerhard Richter y un poco de povera en clave lusófona, silencio, hueco, y equilibrio. Y desde la creación artística, ¿qué diríamos de José Pedro Croft? Que forma parte de esos artistas que llegan a personalizar materiales comunes. La combinación de hierro, madera, cristal y espejo, es un rasgo de identidad de Croft, pero si aislamos los materiales, no valen más que su precio en cualquier tienda. En ocasiones, la identidad se demuestra a través de su falta; y si separas el pequeño taburete de madera del espejo que tiene trabado, no queda más que un taburete malherido y un espejo cualquiera. Ensamblados, son una obra de arte; del artista portugués, sin duda.
Todas las obras carecen de título, los materiales de cada obra le substituyen: “Hierro pintado y esmalte” (2008), “Acrílico y gouache sobre papel”, (2010), “Madera, espejo y vidrio” (2012). Estas serían las tres grandes familias: si unimos estos materiales al nombre de José Pedro Croft, nuestro imaginario hará el resto.
José Pedro Croft, el artista que desde los años noventa sienta pesos -véase estructuras, masas de yeso, combinaciones de materiales- en sillas, presenta en PALEXCO sus constantes líneas de experimentación a través de obras significativas de los últimos diez años. Hablar de grabados, pinturas y esculturas, sería como optar sólo por la visión del historiador del arte. Los grabados alcanzan el tamaño de las esculturas y poseen las mismas propiedades que los taburetes o las estanterías metálicas intervenidas; pero la manera de crear huecos es distinta: si para crearlos en un papel hay que agujerearlo, para crear una abertura en el espacio hay que soldar metal, pegar madera, ensamblar piezas, o añadir un espejo, claro. En definitiva, añadir materiales sólidos que dibujen un determinado espacio. Acotar lugares: acción que agrupa y define cualquier expresión artística.
Y desde la creación artística –de nuevo-, tal vez resulte más propio hablar de intervenciones portátiles; se trate de obras exentas o bajorrelieves, estructuras de metal pintadas o sin pintar, suspendidas de la pared o apoyadas en otro lado. Por una parte, intervenir parece un verbo más adecuado para definir el acto de crear una cavidad en el espacio dado –aire-. Intervención, por otro lado, es un sustantivo preferible para abarcar la inmóvil aventura espacial que representan las composiciones de José Pedro Croft. Intervenir es algo parecido a actuar, pero en el idioma de las esculturas: consiste en desplazarse sin implicar movimiento alguno.
Por último, el término nos distancia de la visión del historiador y nos acerca a la del teórico de otros mundos: la forma de “Sin título” (Hierro y espejos, 2012), recuerda a una lápida con tumba incluida, en un plano inclinado unos treinta grados. La lápida compuesta por tres cristales no alineados, se encuentra unida por tres hilos metálicos a lo que representaría el espacio del cuerpo humano enterrado en el plano horizontal. Debajo de este espacio figurado para el hombre, se encuentra una escalera de tres peldaños. En esta ocasión, el espacio acotado por el artista va más allá de los materiales empleados, la intervención es simbólica. David Barro transcribe para el catálogo estas palabras de Croft: “El cementerio es un doble de la ciudad. Sin él una ciudad no estaría completa. Nosotros creamos, para cada cosa funcional, otra, paralela, que es su lugar simbólico. Mi abuela iba a los cementerios y a los museos porque ambos cuentan historias. La vida es un trayecto de un lugar para otro –por otro lado, como el dibujo“.
Si te acercas al espejo de esta obra en equilibrio, ves reflejado tu cuerpo en el centro de la exposición, como si fueras una estatua de piedra en un jardín donde el resto de esculturas tienen sólo ángulos y líneas rectas. Al caminar por la inauguración donde grandes, pequeños, historiadores y artistas juzgaban sólo desde su experiencia e interés personal la obra de Croft, algunos visitantes se acercaban con curiosidad a las obras de espejo. Parecían buscar un ángulo de visión imposible, algo así como una localización física paralela a la décima de segundo que no ves por ninguno de los retrovisores de tu coche, al coche que te adelanta.(El Cultural ABC)

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