lunes, 20 de septiembre de 2010

A interpretação dos sonhos





Onírica elegancia

Sin un solo indicio de expresión dramática a lo largo del cuerpo, y regalando su apátrida elegancia por los escenarios aislados de sus fotografías, se distingue la figura de Jorge Molder (Lisboa, 1947). Con la imagen de su torso reclinado sobre las sillas del patio de butacas, mirando a la cámara y de espaldas al escenario, comienza la exposición que reúne casi ochenta obras colonizadas por su característico rostro de madera. Cualquiera de las tres series que componen la exposición de Molder bajo el título “A interpretação dos sonhos” (2009), podría estar fundada en el onírico mundo de las visiones propias del duermevela. El mismo año que estos sonhos se hacían visibles,  Molder elaboró una serie de fotografías sobre máscaras de su rostro que tituló Pinocchio (ojos de pino). Mediado el cuento, Pinocchio enfadado le pide al hada una explicación sobre por qué no crece, y el hada le contesta: “-Los títeres no crecen nunca. Nacen títere, viven como un títere y mueren como un títere”. A lo que el muñeco responde “- ¡Oh! ¡Estoy harto de hacer siempre el títere!”
Atrapado en su condición de marioneta, como el personaje de Collodi, Jorge Molder representa el papel de prisionero en un teatro inmóvil, rehén dentro de su máscara de actor agotado, decaído, sin ánimos para salir fuera de su encuadre. En una de las obras, con la serenidad en la yema de los dedos, Molder se retrata a sí mismo preguntándole a la palma de su mano sobre el paradero desconocido del dueño de aquella prolongación del cuerpo. En palabras del artista: “Dificilmente me reconozco en las fotografías… No las reconozco como autoretratos o como otro yo. Son fotografías de un personaje más abstracto(…) de un ser intermedio”. Semivivo. Nacer, vivir y morir dentro de una fotografía, y salir de ella sólo para tomar imágenes del mundo en el que uno está condenado a jugar a la representación de sí mismo.
En el trabajo que presenta en la Fundación Seoane, el personaje recreado por Jorge Molder parece un hombre recién salido de las desoladoras maquetas de James Casebere, del teatro de la indiferencia, el insomnio y la falta de apetito. Un ánimo abatido por desconocidas circunstancias se refleja en el carácter físico de Molder. El motivo permanece oculto, como sucede en la serie “Não me tem que contar seja o que for(Sea lo que sea, no tiene que contármelo, 2006-07). El artista elabora las imágenes a partir de referencias cinematográficas hacia autores preferentes, como David Lynch o Alan Resnais. Retratos de expresiones de niños, mujeres y hombres captados en el centro de una historia que no se revela. Como tampoco queda al descubierto la importancia del pequeno Bartleby de O pequeno mundo (2004). En esta ocasión, el protagonista aparece en una oficina o en un falso estudio, como si de casa al trabajo y del trabajo a casa su misión consistiera en acabar el escueto dibujo del que no se separa. Iluminado de continuo por luz artificial, aislado y sumergido en un mundo sin salida, el papel parece contener una respuesta transcendental para el hombre que lo observa.
“No puedes separar entre lo que has visto y lo que eres”, comenta Molder, el artista-modelo que parece haber crecido, no en el mundo, sino en el interior de una fotografía. Su obra bebe de la impasible constitución física que le caracteriza y que debe ser el resultado, la huella, de sus visiones sobre su expresión corporal. Guante sin mano, cuerpo sin alma; sus visiones le han quemado los ojos. (ABC, El Cultural)

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