Fotografiar un sonido
Las fotografías de Caio Reisewitz pueden apreciarse como invitaciones sonoras. La voz y el movimiento quedan fuera de sus imágenes porque allí donde Caio actúa, la naturaleza rumiando es uno de los más importantes elementos compositivos. El sonido de las imágenes nos invita a pensar en nada, pues suyos son los lugares en los que nadie habla, ni un árbol se balancea, ni se apresura un riachuelo. Donde no ocurre algo singular, allí se encuentra su cámara. La impresión es que la contaminación acústica no azota esos paisajes, sean endemoniados, áridos y desoladores (Boituva, 2008), o húmedos y frondosos como en Paraitinga, o Iporanga, obras del 2009.
Cierto que existe en la obra de Caio Reisewitz (São Paulo, 1967) un componente reivindicativo hacia la mano destructora del hombre sobre la naturaleza. Cierto también que en su último proyecto, Maracutaia, las fotografías parecen capturas de escenas cualquiera, donde la ausencia de información invita al espectador a detenerse y observar con el oído. Durante el paseo entre las fotografías la atención recae en la imagen y sus guiños internos, antes que en la deforestación o el maltrato de algunos terrenos. La forma de la raíz de un árbol talado parece un corazón, el humo de una chimenea es denso como la niebla de las imágenes contiguas, el camino que atraviesa la montaña (Cubatão, 2003) es del color del cielo, grafito, tonalidad reincidente en la obra de Reisewitz.
El color de la uralita de una favela en tierra de nadie (Aquidauana, 2006), se iguala al gris del cielo en ese preciso momento. Parece que a través del tono plateado, las creaciones del hombre se difuminan en la paleta de colores de los bosques y los páramos fotografiados, sin agresividad cromática posible. Caminos, edificios, casas abandonadas, los elementos construidos adquieren un color grisáceo, la erosión del hombre sobre el paisaje se fija en el papel sin dramatismo alguno. Antes que adoptar una actitud de carácter reivindicativo hacia el deterioro medioambiental, las imágenes documentan o describen una realidad acústica, serena, zumbidos. La tranquilidad que emana en cada fotografía proviene del tratamiento de la luz como relajante muscular del paisaje. El factor lumínico reconcilia los elementos de la imagen como un bálsamo sonoro. Las tonalidades no se abrasan entre ellas y es probable que los sonidos de los lugares retratados tampoco resulten acosadores. Quisiéramos haber estado ahí para oírlos.
En la selección de obras de Caio, divididas entre la sede de la Fundación Barrié en Vigo y la Fundación RAC en Pontevedra, no encontramos un paisaje soleado o uno lluvioso, sino vapor, ambiente de tormenta. El sonido de los fenómenos atmosféricos que colorean las imágenes, mantienen la ambiguedad del antes o el después de la lluvia, la indeterminación horaria del punto del día en que las fotografías fueron tomadas con su cámara de placas. Entendemos la afición de Reisewitz por los momentos intermedios a través del título de la exposición, Maracutaia. El sentido de la palabra es el de una trama o maniobra con una finalidad concreta, un engaño menor, una pequeña artimaña. En gran parte de sus obras desconocemos si la imagen se refiere a una nevada en aumento o en decadencia, si la niebla se consumía o estaba apareciendo. El disparador de Caio Reisewitz excluye la obviedad climática, esconde la hora en que la imagen fue tomada, y también su atmósfera sonora.
“En las fotografías de Caio Reisewitz no parece existir el fuera de campo. Todo parece estar dentro, formar parte de un fragmento y al mismo tiempo de un todo” apunta David Barro. Más allá de la fotografía -dentro o fuera de sus límites perpendiculares-, la integración de los elementos en el ambiente, la falta de información o el nulo ruido visual, adormece al espectador. Se trata de paisajes sin tema escondido, sin Maracutaia semántica, sin lectura por descubrir. Ramas de árboles, líneas de horizonte, souvenirs de paseante meditativo o panorámicas documentales de un lugar cualquiera. En la Fundación Barrié encontramos fotografías tomadas por Caio Reisewitz desde el 2001 hasta hoy en día, fotomontajes y collages, tomas aéreas, caballos esquálidos, marañas de ramas en blanco y negro, ovejas dibujando el suelo a medida que se alimentan.
Las obras que se exhiben en la Fundación Rac han sido tomadas en Galicia recientemente. Por un lado, el artista fotografía la zona costera captada con largas exposiciones, algodonosas fronteras entre las rocas y el mar que rodea las islas Cíes o Finisterre. Por el otro, vemos las montañas nevadas de la sierra de los Ancares, plata el cielo y la tierra. Devenir incierto, frío asegurado, recordamos cuando Pessoa, en el Livro do Desassossego, negaba la existencia de cualquier paisaje (“Toda a paisagem/ não/ esta en parte nenhuma”). Tal vez sea en los lugares a los que se acude a disfrutar de las vistas o a buscar una fotografía, donde no haya nada que ver, como indicaba Pessoa. O donde tal vez sea posible escuchar la correspondencia entre el color del paisaje y su sonido. El estatismo y la frontalidad de las composiciones desérticas o de los paisajes húmedos de Caio Reisewitz, indica el camino hacia el sonido fotografiado. (ABC, El Cultural)