En palabras
de los comisarios, (Ex)posiciones
críticas. Discursos críticos en el arte español, 1975-1995: “pretende hacer
visible la existencia de múltiples criterios e interpretaciones críticas…,
desmintiendo así el lugar común de que en el mundo del arte español no ha
habido un pensamiento crítico”. Uno: la existencia de múltiples criterios en
aquellos años, hoy en día no es, por decirlo así, un gran hallazgo curatorial. Dos:
ese lugar común que dicen aclarar de una vez por todas (que en aquellos años no
había pensamiento crítico), hace tiempo que no necesita ayuda para ser
desmentido, los propios artistas que forman la retrospectiva, entre otros, se
han encargado de ello. Al hacer visible lo visible, hablamos de una sobre-exposición,
las obras se han quemado. En el museo no destaca la existencia de múltiples
criterios, sino el hecho de lo poco que brillan las obras seleccionadas.
El proyecto
que ocupa las tres plantas del CGAC, reúne exposiciones de aquellos años, pero más
que una “exposición de exposiciones”, como la definen sus comisarios, parece un
catálogo ilustrado, lo cual transforma el museo en un bazar; un tanto críptico,
pero un bazar al fin y al cabo. No hay una línea expositiva, hay un índice
cronológico de contenidos. No hay salas, hay páginas. Las obras de arte parecen
imágenes de anexo o de apéndice bibliográfico.
Al empezar el recorrido, animados, nos
detenemos en el acrílico de Guillermo Perez Villalta, “Grupo de personas en un
atrio o alegoría del arte y la vida o del presente y el futuro”, posiblemente
inspirado en aquel óleo de Max Ernst, “La cita de los amigos”, 1922. Ambos
títulos resumen el ambiente que los comisarios han generado en el museo, con
una educada sala para la generación de Atlántica,
dedicada a los artistas gallegos que trataron de retomar el impulso que en los
sesenta supuso en Galicia el Laboratorio
de Formas de Seoane, Díaz Pardo y demás artistas. Personalidades únicas que
añadieron un ingrediente clave: la generosidad y la amplitud de miras con las
que transformaron el ámbito del arte gallego durante la dictadura.
La generosidad, el compañerismo, los libros
prestados, los viajes, las experiencias y las referencias compartidas, también
caracterizan en gran medida a la época que enmarca a los creadores de esta
muestra. Por supuesto que si nombramos el arte español entre el 75 y el 95 nos
referimos a la respuesta plástica de artistas españoles al contexto de la
transición y la consecuente apertura logística y conceptual de una plataforma
para el arte contemporáneo. Fueron años de proliferación de las Bellas Artes,
formación en gestión cultural y comisariados firmados por críticos; todo ello
por primera vez. Sí. Fueron años contestatarios. Sí. Hubo exposiciones que
marcaron un antes y un después. Sí. Y que otros comisarios leerían el período
de otra manera, también es cierto. Pero esto, eso, aquello que hoy se puede visitar
en el CGAC, se parece más a una cita concertada por antiguos alumnos del liceo
encantados de conocerse a sí mismos, que a un reconocimiento hacia figuras
clave en el panorama español del último cuarto de siglo.
Paralelamente,
los gestores de esta exposición han organizado un ciclo de debates que reúne a
más de cuarenta conferenciantes repartidos en seis días de conversaciones
polifónicas. Los bancos situados delante del acrílico de Guillermo Pérez Villalta
para los asistentes a “Tentativas críticas”, pretenden integrar los
discursos y el público entre las obras. Contabilizando la docena de personas
que asisten -sin poder evitar calcular el coste del pretendido evento, dados
los recortes presupuestarios-, la revista que van a publicar con las ponencias
no necesitaba tal reunión. Si el deseo es hacer un catálogo, señores, excusen
llevarnos al museo.
En el libro El resto, biblia de muchos de los
artistas representados, Ángel González escribía: “Se habla de arte para no
hablar de lo que el arte habla”. A saber cuál sería la opinión de este último,
la de Alcolea o la de Nacho Criado en torno a la muestra y su formato. La pieza
de cuero cosido de Pepe Espaliú “Santo VI” –por
ejemplo- , allí reposa, rodeada de obras que tampoco se pueden apreciar.
Cuánto han trabajado esos artistas y pensadores -para aparecer reunidos en el
CGAC en forma de catálogo razonado-, por el futuro del arte español que ahora,
en ocasiones, parece que si se muerde la lengua se envenena. (ABC Cultural)