La mitad del doble vínculo
El doble
vínculo es el protagonista incuestionable de la exposición de Rubén Ramos Balsa
(Santiago de Compostela, 1978). Además de encontrarnos con un buen título para
una reedición de un ejemplar de Gregory Bateson –“El doble de la mitad”-, las
sesenta obras realizadas entre los años 2000 y 2016, podrían ilustrar la
portada ideal de cualquier investigación sobre percepción o sistemas de comunicación
relacionados con la esquizofrenia, véase Bateson, Deleuze, Guattari, etc.
Rubén
Ramos trabaja en el campo de la escultura, la instalación, la fotografía o la
performance y entre sus referentes figuran Picasso, Einstein o Arquímedes. Aunque
sus propuestas arrasen en exposiciones colectivas por la sencillez refrescante
de sus piezas, el desinfle visual resulta notorio cuando se agrupan las sesenta
obras que componen su primera gran individual. El propio Balsa reconoce que en
su obra repite los mismos conceptos, duración, tiempo, gesto, etc., lo cual le
lleva a realizar la misma obra en distintos formatos y medios. Si bien la
repetición como ejercicio artístico puede resultar eficaz cuando se está
configurando un lenguaje propio, el tiempo ubica las obras en su sitio. La
exposición reúne fotografías e instalaciones conocidas, como “Soplar” o “La
clase mar” y obras de nueva producción en las que efectivamente, el artista
insiste en presentar las mismas ideas.
En la
puesta en escena de sus trabajos, el mixto entre tecnología y arte configura la
apariencia de las máquinas estéticas, es decir: desde la plataforma del arte le
interesan los procesos en los que la tecnología alumbra nuevas presentaciones
de la obra de arte. Es cierto que la ciencia posibilita los caminos expresivos
de los planteamientos artísticos -un pincel tiene a sus espaldas tanta
investigación científica como los 30000 lúmenes de un vídeo proyector 4K-, pero
la pregunta es inevitable: ¿por qué las piezas de Rubén Ramos Balsa solo
funcionan en y desde su subjetividad? Detrás de un discurso intenso de boxeador-matemático-ingeniero-artista
que pretende demostrar obviedades científicas o tecnológicas al campo del arte
y bebe de ese sencillo cambio de escenario, no se entiende por qué las obras
que incluyen cualquier matiz tecnológico, permanecen literalmente apagadas. Si
la clave del discurso de Rubén Ramos Balsa es la energía y sus nuevas
posibilidades, la luz y sus revoluciones actuales, la cuanticidad del doble de
un grano de arroz magmático empírico y atómico… ¿por qué sus obras no funcionan?
El
discurso del artista camina en una dirección y su trabajo en la dirección
contraria. Más allá de que en la presentación de sus piezas aparezcan, por
ejemplo, una doble huella de un vaso de agua en la mesa, dos papeles arrugados,
dos frutas, dos jarrones, dos lavabos, dos instantes de la misma estancia o dos
fuerzas que generan energía, cuando nos referimos al double bind o doble vínculo como protagonista del trabajo del
artista gallego, nos referimos a la asfixia comunicativa que emana de sus
creaciones: la paradoja y la contradicción aparecen resueltas en términos
estéticos. En definitiva, dos y dos y dobles y mitades mareadas de tanto mirarse
al espejo. (ABC Cultural)
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