jueves, 9 de abril de 2009

LUISA LAMBRI. Fotografiar la luz




Con los lavados, la ropa blanca se oscurece y la negra se aclara. Con la luz los espacios blancos se oscurecen y los negros se aclaran. La luz parece estar dentro de los materiales y también fuera ellos; esta segunda opción modela el trabajo de Luisa Lambri (Como, Italia, 1969). Su obra nos recuerda que la luz proporciona una forma y unos límites a los espacios mientras permanecen iluminados, pero si abrasamos con un foco una esquina, o una pared, la superficie física se volverá uniforme, incluso opaca.
El motivo del trabajo fotográfico de Lambri en la Fundación Rosón circula en torno a la arquitectura de Álvaro Siza: el CGAC, la Fundación Serralves o la Facultad de Periodismo de Compostela. En sus creaciones, tanto Luisa Lambri como Siza parecen subordinar el espacio y la materia al valor de la luz como material de construcción. El pensamiento de ambos es lumínico, como afirmaba Siza “Es tan importante la luz como la materia, como el muro. Constituye la lucha entre materia y espacio”. La inestabilidad de la luz remodela los lugares a merced del tiempo, la hora del día o el foco halógeno, por eso Álvaro Siza la caracteriza como lucha, tal vez porque trabaja con ella obligatoriamente y a la hora de construir edificios resulta indomable. En Lambri es calma, vínculo y solidaridad entre las superficies materiales, quizá porque el fotógrafo no depende de la luz, sino que la hace depender de él.
El trabajo de Lambri no debería enmarcarse dentro de la fotografía arquitectónica; podríamos encasillarla en ese género si la luz ayudara a corporeizar el interior de las construcciones que toma como referencia. Pero en la exposición apreciamos que también puede destruir lo iluminado, matizando los bordes de la materia con sutiles oscurecimientos o luminosidades que no remiten más que a la luz como portadora de forma. Al tiempo que su exceso destruye los espacios, los liga en un solo plano de importancia, reúne las superficies y las tres dimensiones desaparecen bien por exceso de claridad, bien por falta de ella.
Lambri presenta en La Fundación Rosón series de fotografías que subordinan los espacios a un destello blanco. La arquitectura de Siza queda atrás en este trabajo, la protagonista es la calidad que la luz proyecta sobre las esquinas o los rincones capturados. Sobreexpuestas, quemadas en ocasiones, las imágenes podrían ser de la propia Fundación donde se exponen, de una casa blanca u otro museo que no fuera de Siza. Podrían ser muros blancos, papeles vacíos o fotografías de dibujos a grafito. En una de las series vemos una esquina donde coinciden varios planos de una habitación, a modo de círculo monocromático. En otra, entrando por el lado derecho de la imagen, la luz erosiona una pared blanca y el suelo de mármol, fundiendo el límite entre el plano vertical y el horizontal; es una pared de la Serralves de Porto, pero podría ser una pared de otro lugar. Cualquier disculpa es buena para fotografiar la luz.
Las secuencias viven de esos pequeños cambios y vibraciones de intensidad. Se diferencian entre ellas por la artificialidad de la puesta en escena, la luminosidad dirigida sobre el espacio vacío y las gradaciones de claroscuro donde sólo un dedo basta para construir las imágenes: el que enciende un foco y el que pulsa la cámara. Las dobles intenciones no han sido invitadas a la inauguración de la primera individual de Lambri en nuestro país, todas las obras son Sin título. El nombre conformaría, en este caso, un pantano de información que apagaría el motivo principal: la luz revela la luz, no el espacio iluminado. (ABC, El Cultural)

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