viernes, 25 de octubre de 2013

La fotografía menos fotografiada del mundo. Axel Hütte



En aquellas fotografías como Jean Lafitte (USA, 2005), o en la serie tomada en Aranjuez en el año 2007, la superficie abstracta de las imágenes nos lleva al impresionismo, y las teorías del color desarrolladas en aquellos años. Nuestra percepción de los objetos proviene de un conjunto de reflejos lumínicos, de una reflexión de músculos invisibles en constante fricción que determinan la apariencia de las cosas. Las fotografías de Axel Hütte -que arrastra una tradición romántica de marcado carácter alemán y que en ocasiones recuerda a los paisajes de pintores como Caspar David Friedrich-, tienen un protagonista, un objetivo: la percepción pictórica de una realidad sensorial.
Al pasear la exposición “Paisaje escindido” de Axel Hütte, y retomar su personalidad fotográfica dentro de los rasgos de identidad generales de la Escuela de Düsseldorf, como un resorte se me aparecían aquellas marcas de agua que se relacionan con la conocida Escuela de Boston. Axel Hütte y Philip Lorca diCorcia nacieron a principios de los años cincuenta, el uno en Essen (Alemania) y el otro en Connecticut, y podrían representar dos enfoques opuestos de la fotografía desde los años setenta del siglo pasado hasta hoy en día. Las características de uno son las no-características del otro; Lorca diCorcia: escenografía, narratividad, personajes anónimos, etc.
 En cambio, cada imagen de Brasil, Portugal, España o Alemania fotografiada por Hütte, nos lleva a la naturaleza, a los momentos perdidos e insignificantes de la historia del mundo vegetal, a las imágenes abstractas que componen la superficie de la tierra. La pasión del fotógrafo por encontrar fragmentos aislados no reconocibles en nuestro imaginario es evidente; sean panorámicas o primeros planos, las obras de Hütte adquieren plasticidad al transformarse en fragmentos (del latín frangere, romper). Cada fragmento proviene de una percepción atenta sobre una realidad que Axel Hütte quiere conquistar; las imágenes en el museo parecen recortes de sábanas extendidas para una primera cita con el espectador. Para ello se distancia de toda fotogenia, de cualquier indicio de reportaje documental o de la iniciativa espontánea del viajero fascinado por la grandiosidad de lo desconocido. Como escribía Calabrese: el fragmento se transforma él mismo en sistema cuando renuncia a la suposición de su pertenencia a un sistema. Cada imagen representa el ombligo de un mundo sin fuera de plano.
En la temporalidad estática de las imágenes de Axel Hütte, los troncos de los árboles, las mantas de rocas o las láminas de nieve, parecen flotar como si las superficies fotografiadas se mecieran en un aire denso. Incluso en la serie de retratos en la que aparece una mujer difuminada –Alemania, 2004-, la retratada es la sensación pictórica a través del paisaje de luz. La realidad seleccionada por Hütte disloca el carácter verídico de las escenas, que nacen en un lugar que sólo existe dentro de una cámara fotográfica.

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