Podemos trazar una recorrido imaginario desde la primera extracción de petróleo en Pensilvania en
1859 por Edwin L. Drake , hasta a la obra de Walter de María instalada en
Kassel en 1977, “Un kilómetro de tierra
vertical”. En Estados Unidos
llevaron a la superficie una materia prima generada por la compresión y las
altas temperaturas, y un siglo después, en Alemania, uno de los padres del Land
Art enterraba un kilómetro de metal. Walter de María contó con la colaboración
de una empresa petrolera americana para excavar estos cien mil centímetros
legendarios.
Los artistas asociados a
este movimiento utilizaban la tierra como soporte físico para sus obras, en
cambio la mayoría de los trabajos que forman parte del proyecto La ballena negra, utilizan el formato
documental para inmortalizar tragedias medioambientales que nadie firma. Dentro
de la poética del petróleo, en la
exposición conviven documentos y obras de arte relacionadas con energías
presentes y pasadas, como el valioso aceite de ballena en el s. XIX. Diversos
escenarios a lo largo de la exposición, como Iraq, Alaska o Galicia, dibujan un
mapa crítico que señala la combustión lenta de los bienes naturales, a través
de una estética cercana a la ciencia ficción. La doble cara de todo recurso
energético queda al descubierto, la utilidad y la desmesura: de la cantidad
diaria en el depósito del coche a esa obra de Land art sin autoría definida,
que cubrió de fuel las costas gallegas y ahora sirve de motivo para celebrar
los diez años de vida del MARCO, y los diez años del negro accidente. Gran
ironía que el barco que derramó el petróleo en el 2002, sufriera un accidente
en la Costa de la muerte, cerca de Finisterre, y llevase por nombre Prestige.
Nunca amáis. Gracias a la sintonía cantada
del lema propuesto por la plataforma “Nunca máis”, eso es lo que se oía una y
otra vez en las manifestaciones realizadas con motivo del desastre
medioambiental en la costa de Fisterra, en Noviembre del 2002. Nunca amáis. “Nunca máis” a la marea
negra con la que soñó el alemán Manfred
Gnädinger, en forma de ballena negra que arrasaría su
querida costa gallega, meses antes del naufragio. Man, así se hacía llamar, murió poco después de que el vertido
llegase a la caseta de rocas donde vivía en el pueblo costero de Camelle.
Recortes de periódico con las últimas noticias del Prestige, pintados con
chapapote por “el Alemán”, se encuentran al lado del video de Michael Stevenson
motivado por la vida austera de este personaje.
Detrás de la plasticidad del color del fuel
o de las llamas, detrás de todo desastre, se
agolpa una oportunidad periodística, documental, artística. Desde la viñeta del
El Roto en la que el barco hundiéndose dice: “Petróleo! Somos ricos!”, hasta
los tres bidones vacíos girando en equilibrio de Damián Ortega, que llevan por título
“Movimiento en falso (equilibrio y
sostenibilidad económica)”. La movilización social atrajo a
las cámaras de artistas autóctonos y foráneos, como Xosé Manuel Sendón o Allan
Sekula, cuyas fotografías congelaron el momento en que los voluntarios recogían
con las manos el combustible de la costa, o los pájaros negros.
Varias son las tragedias que se apuntan en el
MARCO como metáforas de la relación del hombre con su entorno natural. En la
obra de Marcela Armas “Estanque”, una manilla de coche flota en un depósito
circular lleno de aceite quemado (derivado del petróleo). El video de Robert
Smithson “Rundown”, lo protagoniza un camión que descarga una capa de asfalto
en un vertedero de New Jersey en 1969; así es como la transformación de la
energía implica su propia desaparición y a veces, la destrucción de
ecosistemas, vidas ajenas a todo deseo de prestigio. En el video de Werner
Herzog “Lecciones de oscuridad”, aparece un paisaje en llamas, resultado de que
el ejército iraquí incendiase sus propios pozos petrolíferos en Kuwait en el
año 1991. Energías no renovables: la avaricia que rompió el
saco.
De un recurso energético a un
recurso estilístico, en el centro de cada una de las obras de arte que
conforman la exposición, encontramos el eje cardinal de la exposición, el
dinero y sus subordinados: la fe, la codicia, la miseria, la impotencia.
“Prototipo de vivienda en un país petrolero”, el video de Alexander Apóstol,
enseña un balancín que se alza en el año 1975 en pleno centro de Caracas, como
monumento al petróleo, bajo el que viven mendigos. La ballena negra: “No pretende ser un discurso moralizante sobre el
medio, sino una metáfora de la compleja relación del hombre con la naturaleza”,
comenta Pedro de Llano. A través de esa unión de términos, aparece de manera
inevitable la imagen del progreso como agente sádico, la destrucción progresiva
de mamá naturaleza: la contraindicación de una era encantada de conocerse (ABC, El Cultural)