sábado, 15 de octubre de 2011

La mitad del aire


Work No. 247 Half the air in a given space
Martin Creed

       Para inflar globos les damos aire con nuestros pulmones, para respirar, lo robamos al espacio. Inspirar y expirar. Aire encerrado o abierto.  Work No. 247 Half the air in a given space [La mitad del aire en un espacio dado], data de 1998, y es la obra que Martin Creed, (Wakefield, Reino Unido, 1968), presenta en su primera individual en España. Ganador del Turner Prize en 2001, Creed utiliza el espacio del museo, como en anteriores ocasiones, para deformar la percepción del espectador e introducirlo en una contemplación activa. Pérdida de orientación, juegos de tacto y luces, distancias y colisiones entre los visitantes. Una vez calculado el área de la superficie del museo, los globos que pueblan la planta baja de MARCO ocupan exactamente la mitad de un espacio en continuo movimiento.
       Al tiempo que los visitantes interrumpen en la sala, los globos se elevan para dejar paso al cuerpo humano. Podrían ser de cualquier color, de cualquier tamaño, las variables formales no influirían en la experiencia del espectador, ni afectarían a la función original de la obra. Al visitar la obra de Creed, parece posible leerla tomando en cuenta la anotación de John Cage para 0´00´: Solo para ser interpretado por cualquiera de cualquier modo. Sus obras podrían pertenecer a otro autor, a otro tiempo; el artista manipula la idea que otra persona podría haber diseñado.
       En palabras de Creed : Estás dentro de la obra en vez de estar mirándola desde fuera’. En el Nasher Sculpture Center en Dallas, hasta el 19 de Junio, podemos ver otra obra de Creed formulada como site specific, que también consite en La mitad de aire en un espacio dado, con miles de globos, en este caso anaranjados, logrando la misma sensación o el trabajo de alteración perceptiva que le interesa a Creed, el mismo teatro sin función específica. La coreografía de visitantes excitados, abriendo el espacio con pasos inseguros al principio, rapidos después, agotados al fin.
       A la vez que los globos inundan el espacio, lo vacían de museicidad. Se encuentran en la antigua cárcel y actual museo de arte contemporáneo, que hoy pasa por parque infantil, con sillas de bébé a la entrada, y padres emocionados con la distracción, pues ellos también participan del juego. Caminan y corren levantando los miles de globos que ocupan la totalidad de la planta baja del MARCO, disparan fotografías con la adrenalina de un crío en fiesta. Los globos le roban al centro de exposiciones la mitad de la superficie de contemplación estática, las salas se transforman en un mar seco donde el sonido de los 39 metrónomos desacompasados (39 metronomes beating time, one at every speed, 1998), el roze de los globos y el tacto del latex, alteran el lugar, lo anulan como si estuviéramos en el interior de un instrumento musical extraterrestre.     
       La obra parece un proceso diseñado para escuchar. El explotar de golpe un globo y chillar un niño, la llantina de otro, las risas que resuenan, los metrónomos, las sintonías de los móviles, tacones, la masa de globos desplazándose. La instalación podría definirse como una banda sonora, o una pieza coreografiada a través del juego de respiraciones ahogadas de los visitantes. Hombre mujeres y niños que terminan limpiándose el sudor, como el atleta que atravesaba la Tate Britain cada 30 segundos (Work, No 850, 2008). “Una de las características de las obras de Creed es que se pueden ejecutar infinita y repetitivamente como una partitura de música, pero al igual que esta, cada interpretación es distinta de las anteriores”, comenta la comisaria, Carolina Grau. Una de las características principales en la obra de Martin Creed consiste deshechar todo gesto anecdótico en la formulación de sus propuestas, y así exponer los movimientos o las piezas mínimas para describir acciones o actitudes que nada tienen de particular.
       La pieza es invariable aunque se desarrolle en distintos lugares de representación, o la mitad del aire concentrado en los globos varie su densidad. En 1957, desde la galería parisina Iris Clert se liberaban los 1001 globos azules de Yves Klein, que llevaban por título Escultura aerostática. Los espectadores los vieron alejarse, al contrario de lo que ocurre al observar Work No. 247, donde reposan encerrados como si fueran una referencia elaborada sin querer, hacia los miles de presos que allí dormían. Los miles de globos que inundan el MARCO también son azules, pero no azul Klein, uno más pálido. (ABC, El Cultural)

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