Cuando el visitante se sienta a
descansar en el espacio panóptico del MARCO, después de haber visitado las más
o menos dieciocho obras audiovisuales que componen “Score”, puede empezar a
vislumbrar algo de entre todo lo andado por las salas. Al apoyarse en los
almohadones rojos y escuchar la obra de Jacopo Miliani (Profondo Rosso – Cinema d’ascolto, 2014), las personas
que giran alrededor del espectador apoyado en el suelo aparecerán y
desaparecerán por las salas; sus voces se confundirán con las de los
auriculares que lleva puestos y con el audio de algunas piezas en exposición.
Todo se acaba por mezclar inevitablemente.
La
proposición de las comisarias ha sido seleccionar una serie de instalaciones y
obras de videoarte y cine experimental en las que la imagen y el sonido se
divorcian a favor de una libertad de movimiento y expresión. Se divorcian, se
separan por un tiempo o se vuelven a unir. Se trata de una exposición centrada
en las relaciones de la imagen y el sonido a través del término “Score”, que
significa tanto corte y rasguño, como partitura o banda sonora.
El conjunto de obras no pretende reunir piezas clave,
sino exponer distintas manipulaciones de la materia prima audiovisual para
generar trabajos personales, como “Looking for love” del
estadounidesne Christian Marclay. El
vídeo es del año 2008 y consiste en la grabación de la mano del artista
buscando con la aguja del tocadiscos la palabra amor por vinilos de los años
cincuenta y sesenta. En la exposición también encontramos desde ejemplos del cine
estructuralista como Tony Conrad o Dóra Maurer hasta la instalación de vídeo de
Douglas Gordon, “Feature Film”, de 1999.
En
esta última instalación de Gordon, dos pantallas se reparten el protagonismo;
en la primera aparece la gran proyección de la banda sonora de Vértigo, de
Alfred Hitchcock, en manos del director de orquesta James Conlon. Al fondo de
la sala, una pequeña televisión reproduce la película en mute, de modo que el
sonido procede de gran pantalla que arroja la imagen del músico. Por un lado,
el espectador mirando hacia arriba puede escuchar y observar la representación
orquestal de la película; por el otro, puede caminar hasta el fondo de la sala
y bajar la mirada hasta la pequeña televisión silenciada. El espacio intervenido
envuelve al visitante en una plena experiencia auditiva, luminosa y lúdica de
una obra maestra del cine.
Ya en 1991 Michel Chion definía el concepto de audio-visión, (percepción
ligada al cine y a la televisión) como la
experiencia donde la imagen es el motivo y el sonido lo que rodea la
pantalla y crea propiamente el medio audiovisual. Y en
la realidad cotidiana también hablaba el pensador francés de audiovisiones,
pues no se refería con este término a otra cosa que a la influencia de la
escucha en la visión. La obra de Douglas Gordon o el descanso en el centro del
panóptico observando a los visitantes, podrían ser ejemplos de audiovisiones.
A estas alturas del s. XXI ya todos sabemos que no
sirve establecer una relación de predominio de un campo sobre el otro (el
órgano visual sobre el auditivo o viceversa), ni inventar una dependencia donde
hay sincronía y el espectáculo ocurre solidariamente. Así que M. Chion definió
el término hermano, la visuaudición, el fenómeno perceptivo que define como: “concentrado
conscientemente en lo auditivo, pero donde la intuición está acompañada y reforzada,
así como parasitada por un cierto contexto visual que la influencia y proyecta
sobre ella ciertas percepciones”. Conclusión: sin la intuición que dormita en
los estímulos sensoriales necesarios para percibir una obra de arte, sea
audiovisual o un artículo con el que tropezar en la sala de un museo, no habría
fenómeno estético, gramático o mínimamente interesante para el observador.
Entendamos la muestra como un paisaje de
visuaudiciones o audiovisiones, el caso es que cada uno cocina a su manera el
sonido con las imágenes. Así que sentados en la instalación sonora Miliani,
podemos ver, oír y mezclar las obras que forman “Score” desde dentro de una de
ellas; y ver que por las pantallas del fondo cruzan sombras y personas con sus
ruidos y sus mochilas, al tiempo que en nuestra cabeza todavía vibran algunas
de las proyecciones que se reparten por las salas. (ABC Cultural)
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