Como relatora de coincidencias, la naturalidad con la que se mueve
Patricia Esquivias (Caracas, 1979) en su medio -entre los datos, las narraciones y la imagen filmada-,
es parecida a la de un niño que escoge los sabores para su copa de helado. Justo la artista que titula a una serie de videos “Folklore”, no
lo hace. Justo la artista que dice que no le gusta escribir, debería. Justo la
artista que busca la inseguridad en el momento de creación, consigue firmeza de
criterio en la forma imperfecta de sus obras.
Patricia Esquivias habla del momento de la grabación, de la necesidad de
sentirse vulnerable con su historia ante la cámara “esa inseguridad que siento
al no tener todo bajo control es lo que necesito”. Las imágenes que se suceden
en los videos –postales, esquemas, fotografías, objetos- marcan el camino que
siguen sus comentarios. El escenario es el teclado de su ordenador, la mesa de
su estudio. Uno tiene la impresión de que le están enseñando el álbum de fotos
de una extraña luna de miel. Aquí había esto, allí resulta que encontré
aquello. Vuelca al espectador directamente en el papel de amigo. No estamos
acostumbrados. No cabe ni una mínima descripción de “Todas las tradiciones son
inventadas” en este texto. No siempre es necesaria.
Cuando Esquivias dice que necesita vulnerabilidad para grabar, y el
guión escrito no se la proporciona, habla de improvisación. Y la adrenalina que
suscita el tiempo real cuando estás detrás de una cámara, esa vulnerabilidad,
también está filmada. Patricia Esquivias improvisa los
comentarios, habla en un inglés a veces tembloroso, y narra siempre desde ese
punto de vista que tanto cuesta encontrar, la primera persona. ¿Cómo puede ser
que nos hayamos desacostumbrado a oir historias en primera persona? Tal vez en
su caso funcione porque no habla de ella, habla de las historias; por supuesto
que a través de las historias aparece ella, pero no es la protagonista.
De este modo, Patricia Esquivias cocina delante de la cámara las micro
historias de la Historia, las que no existen hasta que se inventan. Y cuando
nos sirven un plato de ficciones, un combinado de azares sin pretensión de
trascendencia ni de exactitud, ni de ciencia ni de gloria, por alguna razón nos
resulta fácil entrar en la obra, participar. El espectador abandona su
pasividad ante las obras de arte cuando el imaginario del autor le fascina, y
fascina cuando está lejos de la imaginación propia, y ahí comienza una relación
no verbal entre seductores. Esquivias hila los datos para que no solo tengan un
orden histórico.
“Solo una cosa no hay. Es el olvido. Dios que salva el metal, salva la
escoria”, escribía J. L. Borges. Podríamos decir que Patricia Esquivias escoge
pedazos de escoria para forjar videos con historias soldadas a través de la
ficción. Tópicos asociados a España, momentos históricos, personajes como Franco o Jesús Gil, se articulan
en sus videos a través de la ironía y la opinión, los recuerdos personales, la
paella, unos mosaicos. Las interpretaciones dan pie a otras interpretaciones,
como la quinta versión impresa en papel de la serie
“Folklore” (2009-2013), que lleva por título “Otras
cosas que decía pero no dije”. Ahí escribe
sobre la infinita historia inventada por ella: “No hace falta grabar más cosas, hace falta explicar más cosas, pero no
hace falta añadir más imágenes”.
Así es que en su trayectoria las obras no plantean un conflicto, sino
una invención. Sobre “Folklore III”, la historia que liga Galicia y la Nueva
Galicia de Mexico, la artista cuenta lo que le pasó a su primera idea. Las
cosas no crecieron como ella pensaba: “El video iba a tratar sobre esta
relación pero terminó siendo solo sobre dos lugares”. Lo particular del método
de Esquivias es que no ahoga el curso de las historias. Si a veces lo difícil
es decidir el momento en que una obra debe terminar, ¿por qué pararla? No hay
problema, no hay solución, no hay enigma. Es el juego del rasca y sigue
buscando. Es la escoria, la que aporta sentido al metal. (El Cultural ABC)
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