Una voz a través del hilo telefónico cambia el rumbo de Johanna ter Steege. Una llamada también marca el fin del momento compartido entre bambalinas de dos mujeres felices sobreactuando en su reflexión pasajera. Todo ello envuelto en telas, telones; cada vestido es una cortina de teatro.
Las obras se entrelazan y corresponden a lo largo del museo, como delata la cinta de medir tela que se apoya en las paredes, al lado de las obras de Jean y Louise Wilson (1967). Las hermanas formaron parte del “Young British artist”, un puñado de artistas como Damien Hirst, Abigail Lane o Sarah Lucas, que fueron seleccionados por el coleccionista londinense Saatchi en los años 90 para representar, de ahí en adelante, lo que se reconocerá como una línea de acción de marcado estilo británico.
En el CGAC encontramos las obras necesarias para trazar el recorrido de las gemelas Wilson; basta observar como el video de 1993 “Hypnotic suggestion 505”, dibuja algunas constantes vitales; duplicidad, sueños, cine, guerra. Las artistas aparecen tumbadas en una sesión de hipnosis, el número indica la clave para salir de la psico-anestesia guiada. A cierta altura, la cámara enfoca la cortina azul de la sala. En el imaginario compartido de las Wilson las telas adquieren su corte dramatúrgico, cubrirnos de posibles espectadores.
Una cortina aparece también en el video “Aryan papers”. La enorme proyección aparece encerrada en un cubo de gasa oscura y transparente, con una pared de espejo donde se duplica la imagen de la actriz holandesa Johanna ter Steege, hablando pausadamente de un fracaso laboral: Stanley Kubrick le tenía reservado el papel principal en un proyecto que fue cancelado. El tormentoso enfrentamiento directo del realizador con el material, a la hora de adaptar una novela sobre el holocausto “Wartime lies” (Mentiras en tiempos de Guerra, Louis Begley), le lleva a abandonar el proyecto. En el video se conectan los espacios donde el director estadounidense hubiera rodado y donde las Wilson deciden filmarla y reanudar aquella escena de dolor para una actriz arruinada tras la noticia. La rememoración del fracaso, el acto de retomar el proyecto no consumado y de enfrentar de nuevo a la actriz al momento de crisis tras la noticia, conecta directamente con la sesión de hipnosis que asumieron las hermanas Wilson en aquel video de 1993. La actriz representa a Tania en “Aryan Papers”(2009), la protagonista del no-film llevado finalmente a escena por las Wilson, y a sí misma hablando de aquella experiencia o sueño no realizado que hubiera supuesto el salto a la fama definitivo de Johanna ter Steege.
En otro video “Songs for my mother” (2009), dos muñecas de gestos plastificados, hiperconscientes de su belleza vintage, disfrutan el momento entre cortinas vaporosas por las que miran afuera. Una actriz y una figurinista bosnia conversan de este modo sobre la emigración, la importancia del vestuario en la creación de personajes y la dificultad de hablar en público en otro idioma que no sea el propio. La encargada del atrezzo recibe una llamada, la película ha sido cancelada, todo está perdido.
Las fotografías que reproducen los archivos de Kubrick, también parecen reunidas para revivificar un fracaso. Una derrota que en este caso alude a alguien vencido (Kubrick, Johanna) y a ningún vencedor. En el trabajo de las hermanas Wilson no hay ganadores, sino arruinados, como es posible leer en la importancia capital que poseen dentro de la exposición las fotografías de búnkeres (“Sealander”). Puntos fosilizados de no retroceso alojados en la costa de Normandía, recuerdos de la segunda guerra mundial; y más ruinas, las fotografías de libros amarillentos y destrozados (“Oddments”). Espacios, narraciones y elementos abandonados, refrescados a través del afán archivístico y documental de Jane y Louis Wilson. Restos de historia y de historias que hacen referencia a tragedias de mayor y menor calibre, revestidas de una digitalización óptima y una saturación de color elevada hasta la gomosidad, pixeles perfectos, vestidos elegantes.
Probablemente ningún artista se hubiera acercado a esas playas de 1939 a 1945 para fotografiar esos invertebrados de hormigón. La figurinista bosnia es la cara no-espeluznante de la guerra bosnia, la actriz holandesa está viva y Kubrick no, los búnkeres están felizmente vacíos y por ello, es posible fotografiarlos e incluirlos en un espacio expositivo. La planta baja del museo compostelano queda así transformado en un plató de recuerdos aliviados, esculturas exentas de su horrible tiempo natal, fotografías que parecen telones sin fondo. Bienaventurados los que tienen la posibilidad de recrear ajenos y desafortunados recuerdos. (ABC, El Cultural)
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