“Todo movimiento sobre la tierra está regido por la ley de la gravedad, por la atracción y la repulsión, la resistencia y el abandono; esto es lo que produce el ritmo de la danza”. Así lo escribió en sus memorias una de las pioneras de la danza moderna, Isadora Duncan. Al suelo te caes y el suelo te ayuda a levantarte; la gravedad dominada es el medio que le impide al bailarín hacerse daño y ascender. La historia de la caída en el arte a lo largo del s.XX, comienza en el ámbito de la danza y hacia los años setenta, varios artistas conceptuales realizan acciones en las que se lanzan al vacío; la recuperación del golpe les impide levantarse, su objetivo no era danzario. En 1960 Yves Klein salta desde una ventana, y un año antes de la partida final de Bas Jan Ader, Philippe Petit paseaba por un cable metálico entre las torres gemelas. En las acciones que incluyen riesgo de muerte por voluntad propia, la gravedad no representa un medio constructivo, sino la verdad del accidente.
A través de los videos e instantáneas en blanco y negro presentes en la exposición, apreciamos que Bas Jan Ader (1942) se recuperaba de sus caídas para repetirlas variando el escenario; paseando en bicicleta se tira a un canal de Amsterdam, colgado desde las ramas de un árbol cae al río, rueda por el tejado de su casa hasta el suelo. En el video “The Boy Who Fell over Niagara Falls” (1972), Ader aparece sentado en una silla, leyendo la noticia de un periódico que relata la experiencia de un niño que sobrevive después de haberse caído a las cataratas de Niágara. Pequeños sorbos de agua miden las pausas del texto. “I´m too sad to tell you” (1971) reproduce el rostro del artista llorando. Variaciones del caerse. Fall in love. Lo que se hace con las cartas de un amor desatinado, el artista lo experimentaba con su propio cuerpo, arrojándolo una y otra vez sin apego alguno.
En el CGAC se encuentra el acopio de material propuesto por el comisario para visualizar, desde las primeras acciones de Bas Jan Ader en los 70, hasta los documentos relacionados con su último proyecto “En busca del milagro”. Con 21 años y después de once meses de travesía, Ader llega a EEUU en 1963 a bordo del barco “Felicidad”, escoltado hasta la costa por un buque de la marina estadounidense que lo encuentra a la deriva en el Atlántico. Bas Jan Ader desaparece en el mismo océano en 1975. A la curiosa edad en la edad de 33 años, el artista conceptual de origen holandés y residente en Estados Unidos, decide subirse a un bote de cuatro metros de eslora, el “Ocean Wave”, con el objetivo de llegar a Inglaterra. Jan Ader y el mar. In search of the miraculous fue el título de su última travesía, meses después encontraron el bote en la costa gallega. "No se lanzó al Atlántico para desaparecer –comenta Pedro de Llano-, sino para hacer una obra de arte. Era un marino avezado, ya había hecho la travesía del Atlántico desde Marruecos". La investigación sobre el trayecto de la barca, reúne fotografías del bote en Coruña, testimonios de las personas que encontraron el barco, cartas náuticas y el sextante que Ader llevaba en el velero para orientarse. Por despecho hacia la vida o amor al arte, antes de ejecutar el único crimen que en Estados Unidos no es castigado con pena de muerte, Ader dejó ordenada la ropa para el viaje en su casa de California.
Las coordenadas de su trayectoria encajan a la perfección. Método: riesgo, fracaso, aventura, desafío. Elementos: mar, agua dulce, lágrimas, sorbos. Tema: caída, tiempo, muerte. Naufragio. El desenlace vital de Bas Jan Ader, no incorpora golpe contra el suelo, ocurrió en el líquido plano horizontal. Desde un puerto de la costa americana hasta algún lugar indeterminado en el océano. Como si el artista fuera el mensaje de una botella tirada por sí mismo desde una isla desierta. Duncan apunta en sus memorias el epitafio posible para el “Ocean Wave”: “Desconocemos el reposo de un descenso, y el placer de respirar, de remontar de nuevo el vuelo, y volver, como un pájaro, al descanso”. (ABC, El Cultural)
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