Presencia activa. Acción,
objeto y público
Maja
Bajević, John Bock, Gary Hill, Thom Kubli, Mads Lynnerup, Alastair MacLennan,
Sergio Prego, La Ribot, Carlos Rodríguez-Méndez, Sue-C+AGF
En la
cabina de sonido propuesta por Thom Kubli bajo el título Record Attempt, ha sido ejecutado el sólo de guitarra más largo del
mundo, situado a partir del día de la inauguración en 7 horas, 5 minutos y 4
segundos. Por una ventana vemos la
guitarra, la mesa del notario que atestigua el concurso. El escenario es el
concurso mundial e invisible y no la cabina. “Puedo tomar cualquier espacio
vacío, y llamarlo un escenario desnudo”, escribía Peter Brook.
Brook
hablaba de los portadores de significado refiriéndose a la capacidad de
las palabras para transportar al hombre hacia las imágenes; hablaba de la importancia de las
metáforas en escena, y de cómo gracias a esa conexión, el acto teatral se
convertía en necesario. La sarta de lemas de Maja Bajević en Slogans Remix, se escucha en varios puntos de la ciudad. Los
cartones con frases como “micromadre”, “bar el vendido”, empapelan las paredes de una
sala dejando el rastro de la función de La Ribot, Laughing Hole (El agujero de la risa). Tres
mujeres durante horas, riéndose mecánicamente, colgaron decenas de juicios
represivos, de manera que al cabo de un tiempo observándolas, nada invitaba a
la risa.
En Presencia Activa las primeras
imágenes que aparecen ante nuestros ojos al cambiar de sala, son las que portan
el significado de la exposición, del proyecto en el que instalaciones y performances
generan un espacio completamente ensimismado. Las intervenciones funcionan como
centros de atención aislados que redireccionan el espacio hacia un significado
específico, artificial y abierto al público. Las performance activaron el
espectáculo que desde la inauguración continúa con el público anónimo como
protagonista. Coproducida
entre MARCO y la LABoral de Gijón, la muestra coordina fragmentos de
parábolas visuales a lo largo de un espacio conocido como cárcel hace dos
siglos, transformado hoy en territorio para las artes más y menos dramáticas.
El espectador
camina por un laberinto de escenografías cruzadas. El barril giratorio de John Bock, Vas-Y! reina en una sala, mientras un visitante da vueltas dentro,
encerrado en una caja llena del ruido de la maquinaria; Mads Lynnerup presnta Plastic
Gymnastic, una colorida sala de fitness donde, previa inscripción, dos días a la
semana se celebran clases de pilates y aerobic. En otra de las salas, un elogio
al brainstorming corre de la mano del
escocés Alastair MacLennan con Lain
Nail: invernaderos transparentes, pares de zapatos sueltos,
cintas, ramas, piedras etc., todo ello a lo largo de una simetría paseada por
un hombre vestido de negro, moviéndose lentamente con una rama en la cabeza y
equilibrando pesos. MacLennan es miembro del conocido centro de performance
Black Market International, que define su línea de acción en tres palabras:
crear momentos esenciales.
Nos encontramos ante una amalgama de intensas
situaciones expresadas con mesura: reírse durante seis horas, siete tocando la
guitarra, caminar con los ojos cerrados equilibrando pesos durante tres días.
Un hombre de dos metros permaneció durante horas delante de una masa escupida
por Carlos Rodríguez-Méndez, delante de un insecto sin caparazón. Podríamos
decir que las obras reunidas conforman un momento esencial que trabaja con una
función de nuestro organismo como leitmotiv: la respiración. Al hacer gimnasia,
al montarse en una habitación que da vueltas, al taparnos la nariz
inconscientemente ante una papilla ajena, al introducirnos en el túnel
neumático transparente de Sergio Prego, al reírnos.
El espacio vacío, el escenario desnudo donde el
público experimenta y participa de las obras, es portátil y está incluido en
nuestro físico, activado por circunstancias ajenas, programadas por los
comisarios en este caso. Redireccionar la escena contemporánea hacia el juego
de nuestro sistema respiratorio, parece la vuelta de tuerca del proyecto. Sin
olvidar la capacidad de las imágenes para activar al visitante. Los vestigios
de la inauguración funcionan independientemente de la actividad del espectador,
desde la pista de tenis situada al lado de la proyección Infinitive Jest, de
SUE-C+AGF, hasta la cabina blanca de John Bock o las láminas de hierro
de un depósito de aguas desmantelado por Carlos Rodríguez.
Curiosamente, en aquellos trabajos curatoriales
en los que funciona la casi siempre decepcionante y pretensiosa participación
del público, nos damos cuenta de que el espectador, si no está, no se echa en
falta. Si el artista ya se fue, o el público no asiste, parece que la función
continua, concentrada en su presencia dividida en diez actos. Las atracciones
de las ferias temporales están quietas si no hay interesados en participar.
Aquí ocurre lo contrario, las imágenes siguen girando sobre sí mismas aunque
nadie esté interesado en ellas. (ABC, El Cultural)